Mon coeur plein de tabac.


Sabemos que no puede. Que se siente incapaz de colgar el teléfono y hacer ver que no ha pasado nada. Seguir leyendo, o recoger esos platos en la cocina. No puede ignorar los sábados que ha pasado solo, las tazas de café a medias, y las largas horas en el balcón preguntándose mil veces quién es mientras observa la ciudad dormida con un cigarro en la mano. Ceniceros, cafés, y libros. Como indicios de lo no vivido, como la nieve virgen y las camas bien hechas. Sabemos a ciencia cierta que no puede ignorarlos; Aunque, claro, le gustaría.

Ha colgado el auricular del salón dos veces en estos dos últimos días. Si no le conociéramos tan bien incluso podríamos pensar que lo hace a menudo. Ambas veces, unos minutos antes y después de colgar, se ha quedado mirando la planta de plástico mordida por los gatos que reposa en una maceta justo delante del sillón, pensativo. Podríamos deducir también que ambos momentos han sido como dos latigazos de diferentes verdugos que han sacudido de igual forma su cabeza, haciendo que se quede inmóvil mirando esa planta y descubriendo, a su pesar, todos los puntos que los dos tienen en común. Pero las persianas no están echadas, y aunque se esté haciendo de noche aún hay la suficiente luz para que podamos ver que dentro de la habitación llena de humo sus labios se mueven, indecisos, despegándose lentamente para pronunciar un “Joder, qué estoy haciendo". Porque, aunque tuviera las persianas bajadas del todo, la habitación le seguiría pareciendo la misma mierda que siempre se le queda grande para una vida tan pequeña.

Copas de vino para cafés.

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Qué estupidez, estar aquí sentada, esperando a que sucedan acontecimientos.

Offtopic.

Nos pasamos el día queriendo. Quiero un café, gracias, con poca leche y mucho azúcar. Quiero un coche, quiero conducir, quiero aprobar, quiero esa camiseta, quiero aclararme. No entiendo esto, quiero que me lo expliques, quiero que dejes de ser tan jodidamente egoísta, quiero que me hagas caso, quiero seguir riéndome así, a carcajadas, todo el rato, por esta chorrada, toda la hora. Quiero que ese semáforo se ponga en verde, quiero que me mires de reojo, quiero hacer ver que no me he dado cuenta, no quiero estudiar, quiero salir, quiero leer, quiero ver mil películas y escuchar mil canciones, quiero olvidarme de esto, quiero vacaciones, quiero hacer ver que no me importas, quiero no hacer nada. Te quiero a ti, me gustaría y quiero con todas mis fuerzas poder abrazarte, clavarte las uñas de lo fuerte que voy a hacerlo. Quiero que el autobús pase a tiempo, quiero poder sentarme, quiero que la vieja de detrás se calle, quiero que la gente deje de ser tan estúpida, quiero escuchar música horas y horas, quiero más tiempo, quiero chicles, quiero una máquina de teletransporte, quiero... -Pensamientos de una enferma crónica de insatisfacción-.

Momentos I

A veces, en los momentos de tristeza, se producen curiosos fenómenos que, al azar, hacen que justo en el momento en el que recibes el golpe más duro suene una canción triste que proviene de una tienda, de un escaparate, de un coche que justo acaba de pasar, y que se te antoje como una banda sonora que el cielo ha puesto en tu vida expresamente para decir que te comprende y que está contigo. Y ocurre que en esos momentos sueles sentir placer dentro del dolor, como una especie de vocecilla interior que te susurra al oído que, aunque las cosas vayan mal, eres el protagonista que intepretas el guión de tu propia vida y que justo en ese momento el papel dice que tienes que llorar. Y no hay nada más triste que sentirte bien mientras estás llorando.



Y está sonando:
http://www.youtube.com/watch?v=cJ-RPCLQdSM