L'instant

Sorprèn i fins i tot desasossega
veure que els anys lentament dilueixen
certes senyals, certes presses, i transmuden
l'insòlit costum. Fa mal, a voltes,
saber-se tant sotmès, tant vulnerable,
tan aferrat al cos i als seus propòsits.
¿Però des d'on, sinó del cos estant,
t'és concedit de compartir la clara
dimensió del temps, de tu mareix
i de tots elsmisteris que t'envolten?
Més enllà d'aquest gest sense ressò
tot és el buit. Estima el gest, estima'n
la densitat incerta, la desfeta
irremeiable i tendra, que suscita
designis i combats i els estimula.
Ets en l'instant i creixes i t'exaltes
fins al fosc de l'instant, irrepetible.

Miquel Martí i Pol.
Leo que la tristeza y la ansiedad juegan una función adaptativa importante relacionada con la supervivencia. Qué curioso y paradójico a la vez.
Aquella noche los pájaros cantaron. Cantaron en una noche tranquila, cálida, profunda. Y yo estaba contigo entonces; y ahora ya no.
Vamos a hablar de aquellos a los que les mató pensar, aquellos que fueron asesinados por ellos mismos. Nosotros morimos, constantemente, en nuestra mente y en sus recovecos más desconocidos y extraños. En este sitio, se nos antoja ésta como un saco infinito, y aunque contradictorio, no es más que a la vez cerrado y clavado a nuestas manos y piernas. Tira con valiente fuerza y nos hunde en los más profundos y sórdidos confines de nuestra incapacidad de hacer, o ser, absolutamente nada. Vivimos como morimos; sin saberlo siquiera. Miles de veces hemos comentado lo curioso que resulta que el pensamiento feroz lleve al hombre a tal condición ínfima de existencia, a saber, la discapacidad. Hemos llegado a ver que es irónico, y nos hemos reído. Pero todo esto ya lo hemos pensado miles de veces, millones de veces, un montón de veces, y hoy en día nos resulta muy difícil describirlo, al igual que el sumo esfuerzo del que tenemos que echar mano para escribir estas línias. Nos ahogamos profundamente, día a día. Cae la gravedad sobre nuestros pies, porque el pensamiento nos hunde en el mar del anhelo y la incerteza, muy profundo, nos es imposible salir. Nosotros somos aquellos que una vez pensaron y enloquecieron. Aquellos que una vez no pudieron dejar atrás la duda y enloquecieron. Os vamos a dar un beso en la mejilla a todas esas hienas que, como nosotros, habéis terminado devorándoos a vosotras mismas aunque ahora ya no seáis más que cadáveres pútridos con los huesos rotos clavados en las entrañas de todo aquello que una vez perdisteis por no dejar de pensar, porque ahora podemos hacer lo que queramos, porque el tiempo se para y nosotros podemos seguir pensando: ideas inhertes de carente significado alguno. Y qué locura tan divina la que nos queda, vamos a terminar diciendo, el recuerdo de vivir que no es vivir, o el sueño de nunca haber soñado haber existido alguna vez, y amado, y pensado, y muerto.
Abril.

Sutil

- He estado pensando desde la última vez en que me dijiste que ese ideal de amistad del que gozábamos en nuestra juventud no está presente en nuestro patrón de pensamiento actual, porque la verdad es que me gustaría creer que aunque ausente, ese brillo aparentemente apagado puede volver a nacer en cualquier momento como una llama pequeña detrás de un cristal empañado. De todos modos, pese a ello, me entristece pensar que al madurar hemos cambiado nuestras prioridades, y al hacerlo, de paso borrado todo aquello que tú y yo considerábamos importante. Y me preocupa también la férrea certeza de no tener ni idea de lo que se nos pueda venir encima, o lo que no se nos vendrá, ni encima ni en ninguna parte, putos éxitos sin intención de rozarnos siquiera; es eso lo que me da más miedo. Y pensar que, quién sabe, al fin y al cabo huir de todo aquello a lo que temíamos nos acerque más a esa amistad asquerosa de la que hace un segundo estábamos hablando, y, recuperada de nuevo, nos de una bofetada en la cara con nuestros miedos ególatras más fuerte que nunca. Cuéntame tú cómo llegaste a esta situación; si aprendo de ti volveré, lejos de aprender, a saber lo que me estará esperando y una vez llegado el momento podré quejarme a gusto y lamentar esta vida que nos ha tocado. Si me dices que ni eso me librará, ni de la desesperación ni de la rabia ni del miedo, me callaré y tal vez piense en suicidarme, y ese pensamiento me calmará con dulce autoodio. No me lamento de mí mismo, y vete tú a la mierda porque allí seguro que encuentras lo que estás buscando, el asco suficiente como para regodearte de tu miseria, porque la mía ya estará lejos, por ahí perdida también, buscando a la tuya para unirse las dos juntas e irse cantando y riendo cogidas por el brazo.